miércoles, abril 30, 2008

Nota Revista El Gráfico 16 de mayo de 1941

Vidas de Grandes Deportistas: Domingo Torterolo

Nació en el barrio de Maroñas, en Montevideo, República Oriental del Uruguay, el 8 de marzo de 1884. Su padre que también era uruguayo, fue un gran jockey. Tenía dos años el popular “Mingo”, cuando ya su padre, atándolo sobre un petiso, le hacía efectuar largos paseos “para que se fuera haciendo”. A los cinco años ya era Mingo propietario de un caballo de carrera, un ¾ de sangre que le había regalado el coronel Juan Welinkson propietario del Haras “Oriental” y que su padre cuidaba. Debutó a los 12 años, con una yegua “Alaska”, ganando la carrera.
La segunda carrera la hizo con una yegua, “Regalada” de Don César Díaz. Ese mismo año 1895, se embarcaba para Buenos Aires, llamado por los hermanos Biaus, poseedores del Stud Nautilus, para que le corriera la yegua “Nevada”. Ese día corrió en doblete entrando segundo en una y ganando la otra contra “Ney”, corrida por Ramón Garrido. Su padre cuidaba aquí el Stud “Acebal” y en Montevideo otros dos cuyos propietarios eran Juan Victorica y Juan Pedro Ramírez. Los diarios llamaban a Torterolo “el jockey oblea” por su escaso peso.
En 1897 su padre organiza una gira por el viejo mundo llevando consigo a “Cartuche II” y al célebre “Imperio”. Mingo y sus hermanos iban en la “tournée”. Los diarios uruguayos y la opinión pública llamaron a esta gira “gran locura”. En Inglaterra pasaron dos años y medio sufriendo dificultades. También figuraban en la gira los jockeys Leandro Alvarez (hijo), Tomás Conde, excelente jockey entraineur, Felipe Nuñez y Gumersindo Vuela, todos uruguayos.
Al principio en Inglaterra no quisieron darles el permiso necesario para cuidar, pero gracias a los buenos oficios de los embajadores de Uruguay y de la Argentina obtuvieron la autorización anhelada. Esta gira insumió gastos enormes, pero salvaron la plata, con algún beneficio. En 1900 ya en la Argentina, se dedican con su padre, a cuidar los caballos de Don Juan Antonio Fernández, dueño de “Camors”
Los primeros hijos de este notable caballo fueron cuidados por ellos: en ese tiempo el peso de Mingo, 32 kilos, le permitía correr en muchas oportunidades. Su buena época empezó en 1904. Su padre tenía el famoso caballo “Calepino”, ganador de varios Grandes Premios y un Gran Premio de Honor. Mingo se mide entonces con jockeys de la talla de Fernando Pérez, Garrido, Conde, Vicente Fernández y otros, empezando a figurar en la lista de jockeys ganadores.
De 1911 a 1922, año en que se fue a Europa, llamado por Unzué desde París, ocupó siempre los primeros puestos en la estadística de jockeys ganadores. En París ganó más de cien carreras, entre ellas un Gran Premio “El Arco de Triunfo”, varias pollas de potrillos; entró segundo en un “Grand Prix” y en un Gran Premio del Jockey Club de París. Ganó también la Copa de Oro en Longchamps y dos veces el Gran Premio de Compiegne, con “Bilbao”
Recordaremos también que en Buenos Aires fue el piloto de Grey Fox cuando su resonante triunfo con Botafogo. En 1930 solicita en París patente de entraineur. En 1937 regresa a Buenos Aires y se hace cargo de los caballos de los señores F. de Alzaga y Saturnino Unzué, y de varios pertenecientes al Stud “Condal”.
Cuando en 1926 fue con su hermano Juan a San Sebastián, en donde debía correr en el Gran Premio a “Chubasco” del Sr Unzué y hallándose la víspera de la carrera en el “cursal”, su hermano oyó que uno de los empleados decía a los otros que “ese” Torterolo que montaría a Chubasco debía ser hijo del Torterolo que él había conocido en Palermo (Bs. As.). Fue todo un acontecimiento cuando su hermano Juan presentóles a Mingo diciéndoles que aquel Torterolo y éste eran el mismo.
Al principio los jockeys pariesienses reíanse de la forma un tanto cómica, en que montaba, debido al freno. Al año dejó éste por el filete, corriendo como si toda la vida lo hubiera hecho así. Demostró su clase provocando la admiración de sus colegas. Hasta el año pasado (1940) en que fue superado por Máximo Acosta por dos carreras, Torterolo mantenía el récord de carreras ganadas en un año.

domingo, abril 27, 2008

Nautilus

iban a sacrificarlo y el niño mayor de don belisario apretó los nudillos contra la puerta de la casita verde cercana al stud venga don es urgente dijo manuel le pasó la mano por el flanco y el caballo bufó aliviado druid era su predilecto en cada carrera ganada el terrón de azúcar más que el premio las fotos para el jockey que dejaba al animal sudoroso en sus manos y se iba a la rueda de prensa pero la cosa estaba fea la cuartilla sangraba y estaba morada del golpe sentado en la caballeriza el cuidador lloró afuera las chicharras gritaban sacudiendo la siesta

caía la tarde el hijo del patrón vino preguntando si precisaba ayuda suspendido de un gancho del techo con las patas a cinco centímetros del suelo estaba el alazán comiendo alfalfa en quince días volvió a caminar el terrón de azúcar más que el premio paseando despacito por las quintas lejos de la gloria

el jockey oblea

será jockey como su padre mejor que su padre mingo torterolo pondrá al paisito en la gran boca del mundo dos años apenas y ya te ataban a la grupa de un petiso para que te vayas haciendo después alaska la yegua blanca patas firmes ojos dulcísimos y la ovación del hipódromo de maroñas las aguas ondulantes del río de la plata los parientes de la otra orilla las primas de sombrilla y abanico esbeltas como juncos y vos apenas metro y medio 32 kilos pero no sobre alaska o imperio desde el lomo de un caballo el cielo es otro cielo y las mujeres se cautivan con tu estampa el jockey oblea dicen los diarios la promesa oriental rezan algunos y la fama es un pase libre a la noche porteña al tango en los suburbios a la amistad del zorzal a la tournée de buenos aires o parís las mujeres cautivadas y vos apenas metro y medio 32 kilos los ojos dulcísimos de las primas esbeltas como juncos

jueves, abril 03, 2008

accidente de tren


foto supuestamente tomada por el abuelo andrés

en la casa de la abuela felisa

una mano del abuelo héctor me ocupa casi toda la espalda mis diez años sobre su regazo acunándolo su llanto es un volcán de leche desolada pienso en salvavidas en el bote de la isla en esa viejita de ojos grises que ahora parece de cera en la habitación de al lado las tazas el abanico chino la lata de las galletitas todo flota y va cayendo en cascada por la ventana hacia la galería mi mano acaricia su cabeza enorme que huele a glostora alguien quiere mandarme a jugar con los otros bajo la glicina estoy ocupada murmuro mientras canto bajito para que mi hijo se duerma

Los Negri